lunes, 15 de julio de 2013

Juan buscaba con ansia la oscuridad, deambulaba por una calle iluminada por mortecinos faroles y llevaba de nuevo a su memoria tantas alegrías desenfrenadas, tantas locuras cometidas hasta ahora. ¿Cuándo fue? un año antes, unas palabras pronunciadas un año antes que acentuaron su vida desordenada, no se inmutó al oírlas, las acogió con ferocidad, como un luchador ante un enemigo, como el atleta ante la meta deseada. Dentro de un año quedaré ciego, no hay remedio para su enfermedad. ¿Qué cual es mi trabajo? sonrió con soberbia recreándose en su destino, soy pintor; pintor, soy el dueño del color y de la luz, de la forma y de la belleza, de la oscuridad y del abandono. Mis pinceles tejen colores que en rápido giro transformo en luces, formas, pasiones, caos y bajezas; busco la belleza donde existe la fealdad, busco la pobreza donde existe el oro; pinto la forma repugnante donde está la forma infinita. Soy el maestro, el adorado, el ensalzado por la crítica y el público. Pinto el mundo y su entraña podrida, unos me alaban porque son como yo, incrédulos, apartados de esa verdad que no existe, otros me alaban también porque me temen, porque ven en mis lienzos sus vidas arrastradas y disimulan con una sonrisa vacilante, el temor de que otros puedan leer en sus ojos la falsedad de su vida. Otros me llaman loco, son los idiotas que no entienden y los otros los que creen, los que se arrastran tras una religión de bondad y de mediocridad; los que creen en Dios se horrorizan y rezan, pobres imbéciles, al ver, al tocar con los ojos mis lienzos, mis formas contra él, contra el Señor en que creen como asnos.

Solo tengo un año, bien, a gozar de la locura, a atacar con fiereza esa "verdad". Recuerdo ahora las palabras de un poeta ..... "el mal que hacen los hombres les sobrevive y el bien se entierra casi siempre con sus huesos..."

Me hundiré en el mal y los que me sigan se hundirán también en él, cuando se alce por encima de mi muerte. Para que quiero el bien si se enterrará con mis cenizas, con mi falta de luz, con mi ceguera. Mi ceguera, hoy, hoy me quedaré ciego; tengo a veces que palpar en mi estudio, tengo que buscar y acercarme a los ojos los tubos de colores, porque no los distingo; esta noche estaré ciego. Tú me castigas porque te infamé. ¿tú? y quien eres tú? si yo no creo en ti.

Estoy enfermo, debo ir a casa, a mi estudio a esperar el final, la oscuridad completa. Ya no podré pintar? Me volveré loco, por tu culpa me volveré loco. Pero ... aun veo, distingo formas y colores vagos, se lo que puedo hacer para vencerte a ti, al Dios de ellos. Si tu quieres dejarme sin luz esta noche, yo mismo puedo cegarme antes; soy el dueño de mi propio destino y me adelantaré a sus designios, un poco de ácido en mis ojos aun abiertos y te venceré de nuevo.
 
No quiero pintar, ya no me hace falta pintar. Por qué te ofendes? veo tu rostro apenado, por quien?, por mi? por qué te afliges? por mi? porque te quiero ganar la partida. Si tienes el poder que ellos dicen, porque tu, su Dios no me inmolas de un soplo, porque no me aplastas, en vez de mirarme con tristeza. Tu no existes, lo se, he de grabar esta idea en mi conciencia que vacila, nadie tiene poder sobre mi, nadie ... Tu?  no me mires así, no quiero que me tengas lástima, no quiero, no quiero ....no Dios mío, Dios mío, .... ampárame.
 
Juan despertó de su pesadilla, sus ojos cada vez más ciegos recorrieron muy abiertos, para captar la mayor luz posible, el lugar donde estaba, por la sombras, entre luces mortecinas, el olor a incienso, el eco del pensamiento que se perdía en las naves y columnas, se preguntó si aquello era una iglesia.
 
Estaba postrado en un reclinatorio y sintió sus mejillas húmedas por las lágrimas. Se acercó al altar, distinguió una imagen a su derecha y se aproximó más, era una imagen de María, vió casi en sueños su gesto maternal, de dulzura inmensa y de nuevo notó las lágrimas resbalas por su cara.
 
Oyó las doce, doce campanadas solitarias en una torre, ya sin luz en sus ojos abrió la puerta de su estudio, tanteó el interruptor, sonó un chasquido y todo quedó igual, la oscuridad más completa. Recordaba donde estaba el caballete con un lienzo aún sin tocar, a tientas se acercó a él y palpó la paleta y los colores a un lado. Que silencio había allí, parecía que todo estaba muerto. Tomó colores y los extendió en la paleta. Cuales serían? no lo sabré nunca, mojó los pinceles, los acercó al lienzo y empezó a manchar a su antojo, ciego y con una amarga sonrisa en la boca.
 
Despertó o creyó que despertaba, ya que no pudo ver la claridad del alba, estaba reclinado en el suelo y con la paleta y los pinceles en las manos.
 
Oyó golpes en la puerta, a tientas con las manos extendidas, buscó el cerrojo y abrió. Conoció por la voz a Miguel su mejor amigo, éste al verlo le habló con cariño y palabras de consuelo.
 
... cuando acabó todo? le preguntó - anoche antes de las doce se hizo la oscuridad total.
 
Hubo un silencio, oyó una exclamación de asombro, luego habló Miguel con voz agitada, y eso, cuando has pintado ese cuadro? Ayer tenias el lienzo en blanco; Juan sonrió sin comprender, ¿Qué cuadro? ah, el lienzo, una mueca de tristeza se dibujó en sus labios; ayer lo manché cuando ya no me rodeaba más que la oscuridad, fue un deseo infantil, una locura .. pero. Miguel¡ no contestas, dime que hay en él.
 
Silencio, solo silencio lleno de emoción siguió a estas palabras y lo que Juan no podía ver era, la dulzura de sus ojos, la ternura del gesto de la mujer que habían dibujado sus pinceles ciegos. Nunca más se podrá conseguir la expresión de misericordia infinita que tenia Maria, plasmada en el lienzo que se alzaba ante ellos.

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